Hablamos sobre el arte de procrastinar – Josep Darnés

Cuando terminé La Burbuja Terapéutica, me propuse publicar dos o tres libros más. Así, sólo me quedaba elegir una temática nueva en la que pudiera aportar mi visión, hacerme un índice de capítulos y escribir hasta terminarlo. Fácil ¿no? Pero quien se haya enfrentado a la tarea de escribir habrá visto que hacemos cualquier tarea para no enfrentarnos a la página en blanco. A pesar de que ya tenía una temática más o menos clara, pasaban los días, las semanas y no lograba avanzar en el libro. Y este tipo de bloqueos acarrean un sinfín de sentimientos de culpa y frustración.

Los que me conocen saben que tengo muy poca fe en esos manuales de autoayuda para aumentar la productividad o gestionar mejor el tiempo. Sin embargo, de vez en cuando te encuentras alguna propuesta interesante que casa con mis cojeras productivas. Este es el caso de la propuesta del filósofo norteamericano John Perry que propone la procrastinación estructurada como manera de gestionar la capacidad ilimitada para posponer tareas. Si eres uno de tantos procrastinadores compulsivos, seguramente vas a leer el artículo para evitar hacer otras tareas que son más urgentes. O no.

 

El arte de procrastinar

 

“Cualquiera puede hacer cualquier cantidad de trabajo, siempre que no sea el trabajo que se supone que debe hacer en ese momento», Robert Benchley

 

Antes que nada, Perry deja muy claro que lo que has venido haciendo hasta ahora – intentar superar decenas de veces tu procrastinación – no es recomendable. Esto es porque además de ser muy difícil, fracasar de nuevo en el intento te va a generar mayor culpabilidad. También señala que un procrastinador no es un vago, sino que por diversas razones no puede dejar de procrastinar. Estas razones se enmarcan básicamente en dos grupos: El primero es que simplemente no tenemos ganas de hacer cierta tarea, por tediosa o incómoda. Y el segundo es que por nuestro afán de perfeccionismo, la posponemos por miedo a que no salga tan perfecto como queremos. En general, procrastinamos en ambas tareas, aunque normalmente cojeamos más de una que de la otra. En mi caso creo que estoy al 50% y evito la tarea por ambas razones.

Sobre el tema del perfeccionismo, Perry no tiene ninguna solución muy original realmente. Sugiere que no nos queda otra que darnos el permiso de hacer un trabajo menos que perfecto, en lugar de esperar hasta que haya pasado el plazo. Eso es más o menos lo que solemos hacer con estas tareas que tienen un deadline y que dejamos para último momento. Como me decía un jefe workaholic que tuve hace años: “Las cosas se pueden hacer rápido o se pueden hacer bien”.

Y otra recomendación de Perry, ya por todo el mundo conocida pero que también es de ayuda para procrastinadores, es la de ir “partido a partido”: Dividir la tarea en pequeños elementos y disponer las condiciones que ayuden a ello. Esto se traslada en no quedarse en casa si tenemos que terminar un escrito, poner música si nos ayuda a hacer foco, bloquear el uso del móvil, juntarnos con no procrastinadores para proyectos en equipo…

 

“El hombre es un animal racional dicen. Toda mi vida he buscado pruebas que sustentaran tal afirmación”, Bertrand Russell

 

«El hombre es un animal racional dicen. Toda mi vida he buscado pruebas que sustentaran tal afirmación.» afirmaba Bertrand Russell. Y es cierto que resulta como mínimo curioso que las personas, siendo tan racionales como pavoneamos por ahí, vayamos dejando un montón de tareas para el más adelante. Además, con un abanico de excusas como “trabajo mucho mejor bajo presión” o “no había tenido tiempo para ello hasta ahora.” Pues bien, John Perry, como profesor de filosofía de la Universidad de Stanford, se extrañaba de tener fama entre los colegas de sacar adelante un buen número de proyectos, a pesar de sentirse un procrastinador empedernido.

Investigando el por qué de esta paradoja, llegó a la conclusión que era un procrastinador estructurado, una persona que pospone de manera productiva: Consigue hacer muchas cosas dejando de hacer otras. (Vuelve a leerlo hasta que te quede claro el concepto). A modo de ejemplo explica que su libro es el resultado de esta procrastinación estructurada: Lo escribió para no hacer otras tareas que tenía pendientes. La idea clave que señala Perry es que procrastinar no equivale a no hacer absolutamente nada. Se trata de realizar tareas oportunas e importantes, siempre que sean un medio para no hacer algo aún más importante.

En palabras de Perry, se trata de organizar las tareas de manera que saquen rendimiento a esta jerarquía: “En la cabeza, o quizás incluso escrita en algún sitio, hay una lista de cosas que queremos realizar, anotadas por orden de importancia. Incluso es posible que la llamemos nuestra lista de prioridades. Las tareas que aparecen más urgentes e importantes arriba del todo. Pero también hay otras tareas que vale la pena hacer más abajo de la lista. Hacerlas se convierte en un medio para no hacer las que están más arriba.”

 

Procrastinar Josep Darnés

“Hemos pasado del “nunca dejes para mañana lo que puedas hacer hoy” al “Nunca hagas una tarea que pueda haber desaparecido mañana”

 

Esta idea que puede parecer muy banal se convierte en un sistema de autoengaño que funciona así: arriba hay que colocar las tareas más importantes que parezcan tener un plazo de entrega bien definido, pero que en realidad no lo son tanto. Estas tareas apremiantes suelen irritarnos tanto que nos motivan a hacer otras cosas igual o más útiles. Por ejemplo, mentalmente coloco arriba ese email que llevo días evitando contestar sobre un tema que me da mucha pereza; es importante inflar la importancia de contestar para así, si eres un procrastinador de verdad, evitar hacerlo y dedicarte a tareas muchos más agradables. La escritura de un post para este blog (te invito a leer “Tu idea no es tan importante como crees” y “No seas un coworker como yo”) o mirar en Youtube aquel TED Talk sobre paleodieta son claros ejemplos.

Tener tareas no importantes en la lista es nuestra fuente de motivación para hacer cosas. Sino se corre el peligro de volverse realmente un holgazán y no hacer nada, ya que de la lista ¡no nos motivará nada! Además, una ventaja divertida de este método es que una tarea importante muchas veces termina por desaparecer. Ya sea porque tal vez no era tan importante o porque simplemente con el tiempo nos damos cuenta que ya no es necesaria. Con ello, el viejo dicho: “Nunca dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”, se reformula para el procrastinador estructurado como: “Nunca hagas ninguna tarea que pueda haber desaparecido mañana.”

A nivel práctico, Perry explica que existen dos maneras de organizarse: horizontal y verticalmente. En general, el procrastinador avanza en una organización horizontal: Tiene las tareas colocadas en paralelo, ya sea en ventanas abiertas del ordenador o apiladas encima de la mesa. Así se puede ir saltando de unas otras y las más abandonadas pueden enviar señales de que necesitan ser atendidas. Lo hacemos así ya que si guardamos y cerramos algo dentro de una carpeta nunca más volvemos a abrirlo. O en caso de hacerlo, nos costará horrores retomar un proyecto inacabado.

 

«El procrastinador estructurado quizá no sea el ser humano más efectivo, pero puede lograr cosas que podrían haberse perdido con un régimen más estructurado», John Perry

 

Por otro lado, las personas poco procrastinadoras suelen ser organizadores verticales: Empiezan una tarea, la acaban y la guardan para pasar a la siguiente. Como apuntamos al principio, estos dos tipos de organizadores se puede complementar. Como procrastinadores estructurados podemos estar haciendo unas tareas menos importantes, en lugar de las que supuestamente tendríamos que estar haciendo. Pero al final, resultan incluso de mayor valor que éstas, u otras cosas menores. Esto podría ser comprar el desayuno para todo el equipo u organizar algún tipo de evento, que redunda en unos intangibles muy beneficiosos para el bien del proyecto.

Como el procrastinador es a menudo incomprendido, Perry le recuerda a éste que se cuide de no caer en la arrogancia de no poder ser controlado por los demás. Podría irritar mucho al resto del equipo. Justo al contrario, es muy recomendable una buena dosis de humildad y de reconocimiento de la dificultad por no cumplir con una organización vertical de las tareas. Concluye que: “El procrastinador estructurado quizá no sea el ser humano más efectivo del mundo. Pero al dejar que sus ideas y energías fluyan espontáneamente, puede lograr todo tipo de cosas que podrían haberse perdido de adherirse a un régimen más estructurado.” Y además, aceptando que uno es un procrastinador empedernido, podemos reducir la sensación de culpa y autodesprecio por no cumplir con las tareas más apremiantes y no saber producir al mismo ritmo que los suertudos no procrastinadores. Y es que como dijo Mark Twain: “Nunca dejes para mañana lo que puedas hacer pasado mañana”.

Josep Darnés

josepdarnes@gmail.com

Josep Darnés (Figueres, 1976) es ingeniero de caminos, tiene un máster de Digital Business por ESADE y es coworker de CREC. Ha proyectado obra pública, ha dirigido videoclips, ha vivido en varios países y ha sido adicto a la autoayuda y al crecimiento personal. Sobre este tema ha publicado recientemente el libro "La burbuja terapéutica" (Arpa Ediciones, 2018). Ahora, además de escribir un segundo y tercer libros, organiza punk talks y hace memes. Puedes visitar su web en: http://josepdarnes.com/

No Comments

Post a Comment
Call Now Button